La jerarquía de los traductores (¿Cuál jerarquía?)

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La jerarquía de los traductores (¿Cuál jerarquía?)

By Aurora Humarán (X) | Published  07/11/2005 | Spanish | Recommendation:RateSecARateSecIRateSecIRateSecIRateSecI
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La jerarquía de los traductores
(¿Cuál jerarquía?)

El hecho de que los traductores no tengamos jerarquía (o no la que merecemos, en todo caso), no debe quedarse en lamentos inútiles, ni en charlas estériles en sitios y listas de traductores.
Que carezcamos de jerarquía como profesionales aparece como evidente: cuando el tiempo de entrega es clave (por sobre cualquier otro aspecto, por ejemplo, la posibilidad real de entregar en determinado momento), cuando cualquier persona bilingüe nos reemplaza (como si ser bilingüe fuera suficiente...), cuando cualquier cliente (aún el que tiene menos "solvencia lingüística") se siente con derecho a objetar nuestro uso del idioma, cuando se trata de los Derechos de Autor del Traductor (¿cuáles derechos?) y (lógico) cuando se trata de hablar de números, de nuestras tarifas, de cuánto VALE el trabajo de un traductor.
Hace poco tiempo, tuve una experiencia interesante con un cliente nuevo. Había hecho para él una primera traducción: una presentación en MS PowerPoint realizada por el Departamento de Recursos Humanos de su casa matriz para “bajar" información a la subsidiaria argentina. No diré que entregué mi traducción feliz y 100% satisfecha, porque eso no nos pasa nunca a los traductores (ustedes me entienden…somos unos eternos insatisfechos), pero para mi estándar de traductora era un muy buen trabajo. Había necesitado una cuota extra de creatividad. Sabrán ustedes el "rechazo" que producen esas traducciones típicas del material de Recursos Humanos de empresas norteamericanas con frases del tipo: ¡Tú puedes! ¡Llame ya! Al menos por estos pagos argentinos no "compramos" esos mensajes: por el contrario, suelen hacer que la intención se vuelva engañosa y que, por lo tanto, desconfiemos. Entonces traduje al español y luego al ‘argentino’. Una traducción compleja, pero parí un buen trabajo.
A los pocos días, me llamaron por teléfono para pedirme que hiciera un descuento en mi tarifa. “Ajá ¿y un descuento por qué motivo?” “Y…, porque la traducción era fácil, cosas de Recursos Humanos, en PowerPoint, oraciones cortas, algunas repetidas…”
(…)
Acá el clic, el punto de inflexión (tal vez) en mi vida de traductora: el tomar las riendas, el saber que del barco éste (mi traducción) soy yo la capitana.
Como todos, tengo clientes en otros países (a los que nunca veo y, seguramente, nunca veré) y clientes en mi país, en mi ciudad (a los que nunca veo y, seguramente, ¿nunca veré?). No sé cómo es la historia en vuestros países: en la Argentina, el traductor suele armar su clientela por recomendación. Si es bueno, sigue la cadena. Pero el traductor no es un proveedor que tenga una jerarquía dentro de los proveedores de servicios profesionales. Es muy raro que el cliente le dedique algo de su tiempo al traductor.
Muy raro tener una reunión con un cliente. Las traducciones van y vienen en motos anónimas. Luego la factura y luego el cheque.
Así es que pedí una entrevista y allá fui.
Mientras estaba en recepción esperando empecé a repasar mis veinte años como traductora, las tribulaciones, los libros, los tantísimos cursos. Y un día, la Internet, que nos sacó de la burbuja para unirnos a traductores de todo el mundo y afilar más la calidad con nuevas herramientas. Me recordé asistiendo a un curso sobre preposiciones....
Cuando entré en la oficina de la Directora de Recursos Humanos, me sentía ‘alta’, segura y orgullosa de ser traductora.
Éramos dos profesionales universitarias: ella egresada de la U.B.A. igual que yo, pero quiso el azar que el mundo haya puesto su profesión en un lugar y la mía en otro. Miré todos sus títulos y cursos (en su caso “Cómo Motivar al Personal”; “¿Se Puede Enseñar el Empowerment?"; "Cómo Ser un Buen Coach" y ese tipo de cosas). Pensé en nosotros que no solemos tener oficinas y guardamos los diplomas en carpetas...


Entonces, empecé a hablar. Le conté el modo en que adapté la traducción para que se entendiera el espíritu del documento, pero para que, además, se mantuviera la naturalidad. Le expliqué la difícil selección de palabras cuando intentamos ser puristas, pero sabemos que la jerga (= el cliente) manda. Le expliqué que el inglés "crece" a veces más de un 20% cuando se traduce al español y, por lo tanto, el hecho de que el documento hubiera estado en MS PowerPoint resultó ser un problema (y no una ventaja) a la hora de tener que poner algo más extenso en un lugar más pequeño.
Quise explicarle de qué se trata ser traductor sin agobiarla y en poco tiempo pero ¡tenía que decírselo yo, que soy traductora!
Me cansé de rumiar bronca en casa sola o de llorar en grupo de traductores. Las Hadas no existen. Las Hadas Jerarquizadoras, menos.
Hay un ensayo muy interesante escrito por Daniela Camozzi y Daniela Rodrigues Gesualdi que trata sobre la invisibilidad del traductor. Las autoras sugieren que somos los mismos traductores quienes tendemos a “ningunearnos”.
Con la misma astucia con que nos movemos entre las palabras y entre los idiomas, movámonos en este mundo que nos niega el lugar que nos MERECEMOS.
Creemos nosotros ese lugar que parece no existir. Levantemos la voz cuando se pueda. Imposible no recordar a aquel jefe que me pedía que hiciera las traducciones "así nomás, rapidito" (como si una demanda de divorcio se pudiera responder "rapidito", como si se pudiera sacar una muela "así nomás"...)
Ya que el mundo no lo sabe bien, contemos nosotros qué es un traductor, de qué se trata esta nuestra profesión/pasión.
Empecemos a hablar, si queremos que nos escuchen.

Aurora Humarán


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